El trabajo de un taxista no le queda grande a una
venezolana cuando se trata de mantener a su familia en pie
El transporte en la ciudad de Caracas, Venezuela, siempre ha sido
caótico y pesado. La mayoría de los caraqueños huyen del tráfico mientras que
para otros es su lugar de trabajo, esos son los taxistas. La labor de los
choferes siempre ha sido visto como una tarea masculina, pero los tiempos han
cambiado y el ámbito laboral también.
La señora Zoraida fue trabajadora de la fábrica de plásticos MANAPLAS,
pero su búsqueda de mejorar sus ingresos económicos la llevó a renunciar a su
antiguo trabajo y dedicarse a manejar de lunes a sábado para mantener, ella
sola, a sus hijos y dedicar los domingos al descanso y disfrute en su casa.
Empezó manejando un Malibú y luego un Mitsubishi propio durante sus
primeros años al volante, incluso demostró sus dotes de mecánica cuando a este
último se le dañaron las bugías, los amortiguadores y otras piezas; logró
enmendarlas por si sola y mantuvo su auto en pie por un tiempo, pero esto no
fue suficiente ya que la caja de velocidades falló y tuvo que vender el
automóvil. La suerte no faltó cuando el comprador de su auto dañado le ofreció
en alquiler su actual carro y pudo seguir detrás del volante pagando una renta
de 400 bolívares diarios por usar el vehículo nuevo. Con estos tres carros
lleva diez años ejerciendo como taxista.
Su día a día delante del volante inicia con un recorrido cerca de su
casa en Ruiz Pineda, luego da unas vueltas por la UD-5 y la UD-3 de Caricuao y
si no encuentra pasajeros toma la autopista camino al cementerio del sur. Pasea
por la avenida Bolívar y la Urdaneta, regresa a la urbanización El paraíso en
busca de clientes, no va más allá del centro de la ciudad. “No voy mucho al
Este de Caracas porque no conozco mucho la zona y si no la conozco no puedo
ponerle precio a la carrera”, son muy especiales las ocasiones en que va más
allá del Centro Comercial Sambil.
Los problemas que puede tener un conductor promedio no se comparan con
los que puede tener un taxista y menos cuando se trata de una mujer. Los motorizados
de la ciudad son peculiares, tienen sus propias leyes de tránsito, no respetan
los semáforos ni las señalizaciones y con ellos se debe lidiar a diario. La
señora Zoraida no se ha salvado de varios enfrentamientos con los caraqueños en
dos ruedas: “Hay algunos motorizados que son machistas y al ver una mujer
manejando quieren golpearle el carro”.
Los insultos que intercambian los conductores venezolanos no son nada
agradable a los oídos pero es muy común escucharlo en cada calle. Durante los
diez años que lleva la señora Zoraida trabajando de taxista se ha acostumbrado
a la jerga que se maneja en las calles: “Si pasa algo ellos me insultan y yo
los insulto a ellos, no me voy a quedar callada a pesar de ser mujer”. Aunque
es una dama opina que no se dejará insultar por cualquiera y no dejará de
responderle a quien le falte el respeto.
Otro de los problemas que debe manejar esta mujer taxista es el de la
inseguridad que ahoga al país. Ha sido asaltada en tres oportunidades, la primera
fue muy sencilla, solo querían el dinero y no la llegaron a amedrentar mientras
que la segunda fue todo lo contrario:
“Dos hombres me pidieron que los llevara al Fuerte Tiuna y al llegar a
la zona hicieron que me detuviera debajo de un puente, el pasajero que se sentó
a mi lado apagó el carro y me quito las llaves del auto, luego sacó una pistola
y me apuntaba mientras me pedía el dinero. Creo que de esa manera matan a la
gente pero mi adrenalina me hizo reaccionar distinto y me enfrenté a los
ladrones, ellos se sorprendieron más que yo. No les di nada y los hombres se bajaron del
carro asombrados y yo seguí manejando, unos kilómetros más adelante me detuve y
mis nervios explotaron y me desahogue pero no pare de trabajar por ese
inconveniente”.
Esta desagradable experiencia dejó cicatrices mentales que le
recuerdan que no puede exponerse exageradamente de nuevo ante una situación tan
peligrosa como esa. Cuando se dio el tercer encuentro con un ladrón el
escenario fue más calmado, el sujeto la amedrentó pero sin mostrarle algún tipo
de arma a pesar de que insinuaba tenerla: “Yo no sabía si tenía pistola o un
cuchillo, pero apenas me pidió el dinero se lo di, no quería pasar otra vez por
un susto”.
A pesar de todos los inconvenientes que puede presentar la señora
Zoraida en este trabajo las ganancias que tiene como taxista la mantienen
aferrada a este empleo. “Los ingresos que tiene son cuestión de suerte y
relatividad”, opina que unos días le pueden quedar 500 bolívares a ella después
de pagar el alquiler diario del carro como también puede ganar 1.500 bolívares,
aunque hay oportunidades en que no llega ni al alquiler y le tiene que deber los 400 bolívares diarios al dueño del
taxi.
Todas estas travesías por las que pasa un conductor no son impedimento
para una venezolana. Esta mujer tuvo el coraje de tomar las riendas de su vida
y arriesgarse a manejar un taxi seis días a la semana para mantener por si sola
a sus hijos y exponerse en riesgo constante ante la inseguridad vial que
mantiene el país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario