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Todos tenemos algo que decir, escuchar y leer. ¿Por que no empezar con alguien que también esta empezando a decir? Aquí se escribe de todo, sea feo o bonito, tonterías y no tonterías. Se que las cosas más comunes que vemos a diario tienen algo que decir mas allá de lo que vemos a simple vista. Soy nueva en esto, lo admito, pero lo nuevo siempre llama la atención de todos.

miércoles, 8 de enero de 2014

Una mujer al volante

El trabajo de un taxista no le queda grande a una venezolana cuando se trata de mantener a su familia en pie

El transporte en la ciudad de Caracas, Venezuela, siempre ha sido caótico y pesado. La mayoría de los caraqueños huyen del tráfico mientras que para otros es su lugar de trabajo, esos son los taxistas. La labor de los choferes siempre ha sido visto como una tarea masculina, pero los tiempos han cambiado y el ámbito laboral también.

La señora Zoraida fue trabajadora de la fábrica de plásticos MANAPLAS, pero su búsqueda de mejorar sus ingresos económicos la llevó a renunciar a su antiguo trabajo y dedicarse a manejar de lunes a sábado para mantener, ella sola, a sus hijos y dedicar los domingos al descanso y disfrute en su casa.

Empezó manejando un Malibú y luego un Mitsubishi propio durante sus primeros años al volante, incluso demostró sus dotes de mecánica cuando a este último se le dañaron las bugías, los amortiguadores y otras piezas; logró enmendarlas por si sola y mantuvo su auto en pie por un tiempo, pero esto no fue suficiente ya que la caja de velocidades falló y tuvo que vender el automóvil. La suerte no faltó cuando el comprador de su auto dañado le ofreció en alquiler su actual carro y pudo seguir detrás del volante pagando una renta de 400 bolívares diarios por usar el vehículo nuevo. Con estos tres carros lleva diez años ejerciendo como taxista.

Su día a día delante del volante inicia con un recorrido cerca de su casa en Ruiz Pineda, luego da unas vueltas por la UD-5 y la UD-3 de Caricuao y si no encuentra pasajeros toma la autopista camino al cementerio del sur. Pasea por la avenida Bolívar y la Urdaneta, regresa a la urbanización El paraíso en busca de clientes, no va más allá del centro de la ciudad. “No voy mucho al Este de Caracas porque no conozco mucho la zona y si no la conozco no puedo ponerle precio a la carrera”, son muy especiales las ocasiones en que va más allá del Centro Comercial Sambil.

Los problemas que puede tener un conductor promedio no se comparan con los que puede tener un taxista y menos cuando se trata de una mujer. Los motorizados de la ciudad son peculiares, tienen sus propias leyes de tránsito, no respetan los semáforos ni las señalizaciones y con ellos se debe lidiar a diario. La señora Zoraida no se ha salvado de varios enfrentamientos con los caraqueños en dos ruedas: “Hay algunos motorizados que son machistas y al ver una mujer manejando quieren golpearle el carro”.

Los insultos que intercambian los conductores venezolanos no son nada agradable a los oídos pero es muy común escucharlo en cada calle. Durante los diez años que lleva la señora Zoraida trabajando de taxista se ha acostumbrado a la jerga que se maneja en las calles: “Si pasa algo ellos me insultan y yo los insulto a ellos, no me voy a quedar callada a pesar de ser mujer”. Aunque es una dama opina que no se dejará insultar por cualquiera y no dejará de responderle a quien le falte el respeto.

Otro de los problemas que debe manejar esta mujer taxista es el de la inseguridad que ahoga al país. Ha sido asaltada en tres oportunidades, la primera fue muy sencilla, solo querían el dinero y no la llegaron a amedrentar mientras que la segunda fue todo lo contrario:

“Dos hombres me pidieron que los llevara al Fuerte Tiuna y al llegar a la zona hicieron que me detuviera debajo de un puente, el pasajero que se sentó a mi lado apagó el carro y me quito las llaves del auto, luego sacó una pistola y me apuntaba mientras me pedía el dinero. Creo que de esa manera matan a la gente pero mi adrenalina me hizo reaccionar distinto y me enfrenté a los ladrones, ellos se sorprendieron más que yo.  No les di nada y los hombres se bajaron del carro asombrados y yo seguí manejando, unos kilómetros más adelante me detuve y mis nervios explotaron y me desahogue pero no pare de trabajar por ese inconveniente”.

Esta desagradable experiencia dejó cicatrices mentales que le recuerdan que no puede exponerse exageradamente de nuevo ante una situación tan peligrosa como esa. Cuando se dio el tercer encuentro con un ladrón el escenario fue más calmado, el sujeto la amedrentó pero sin mostrarle algún tipo de arma a pesar de que insinuaba tenerla: “Yo no sabía si tenía pistola o un cuchillo, pero apenas me pidió el dinero se lo di, no quería pasar otra vez por un susto”.

A pesar de todos los inconvenientes que puede presentar la señora Zoraida en este trabajo las ganancias que tiene como taxista la mantienen aferrada a este empleo. “Los ingresos que tiene son cuestión de suerte y relatividad”, opina que unos días le pueden quedar 500 bolívares a ella después de pagar el alquiler diario del carro como también puede ganar 1.500 bolívares, aunque hay oportunidades en que no llega ni al alquiler y le tiene que  deber los 400 bolívares diarios al dueño del taxi.


Todas estas travesías por las que pasa un conductor no son impedimento para una venezolana. Esta mujer tuvo el coraje de tomar las riendas de su vida y arriesgarse a manejar un taxi seis días a la semana para mantener por si sola a sus hijos y exponerse en riesgo constante ante la inseguridad vial que mantiene el país.

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